La instalación pone al edificio y sus entrañas como protagonista de la obra. Este edificio es un antiguo concesionario de coches abandonado y actualmente derrumbado situado en Alcobendas, Madrid. El edificio en la obra es tratado como un gran animal moribundo que nos habla a nosotros que hemos entrado a sus entrañas y hemos llegado al corazón de su organismo.
Fotos del interior del edificio 


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Estuve una temporada frecuentando este lugar; iba a pintar, beber y fumar con amigos, pero poco a poco se fue convirtiendo en un espacio privado y especial. El edificio en sí me transmitía una calma única.
El hecho de que el edificio fuera a ser derrumbado me llevó a reflexionar sobre la memoria que guarda cada terreno, sobre cómo, en algún momento, cada estructura tuvo una función, un significado… y sin embargo, hoy ya no están. No pude evitar comparar este proceso con el ciclo de la vida humana, y esa comparación despertó en mí una obsesión por conocer más de su historia: revisé documentos, busqué imágenes de épocas anteriores e intenté averiguar qué había sido antes de convertirse en este “cementerio de coches” (nombre oficial en Google Maps), como si el lugar escondiera algún secreto.

  Por mucho investigar no encontré nada más valioso que estas imágenes que mostraban su degradación con el paso de los años, imágenes que no se si me hacían asumir que el edificio era un lugar como cualquier otro que había nacido, vivido y ahora le tocaba morir o un sitio del que nunca sabré su verdadera historia. 


La última vez que visité el edificio antes de su demolición, lo documenté con fotografías, pero me interesaba llevar esta interacción que había tenido con el lugar durante meses a formas más manuales.
Pequeña muestra de cómo serían las piezas de la instalación 

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